Introducción


    Runa Simi Taqi
 significa Granero de Palabras Humanas, e imita el nombre del “Qheswa español qheswa simi taqe” diccionario publicado por la Academia Mayor de la Lengua Quechua en 1995. Este Runa Simi Taqi no describe el quechua cuzqueño del último cuarto del siglo XX, como el de la Academia Mayor de la Lengua Quechua. Su función es diferente: A todo interesado dar acceso al léxico quechua conservado en los diccionarios y en cuanto posible en otros documentos del siglo XVI y primera mitad del XVII.  Tal acceso es necesario a todos los investigadores interesados en la historia y cultura de Inqap Runan – La gente del Inqa, el nombre del imperio incaico según el Inca Garcilaso de la Vega en el libro I, capítulo VI de su Primera Parte de los Comentarios Reales, donde cita las perdidas obras de Blas Valera.

    He comenzado a pensar en una base de palabras quechuas de los siglos XVI y XVII cuando entendí que los historiadores dedicados a la historia y a la cultura del Inqap Runan no disponemos de ningún diccionario del quechua de los siglos XVI y XVII, con excepción de las obras de los lexicógrafos eclesiásticos, como Domingo de Santo Thomas, el Anónimo (supuesto Blas Valera) y Diego Gonçalez Holguin. Los lexicógrafos enumerados construyeron vocabularios para que fuesen usados por los curas misionarios, con el fin de que luchasen contra Satanás y convirtiesen al cristianismo a los habitantes del imperio conquistado. Sus obras no fueron destinadas a satisfacer las necesidades de los historiadores, etnohistoriadores, antropólogos históricos y otros estudiosos, amantes del imperio inca. Reimpresas muchas veces dejaban perplejos y perdidos a los historiadores, quienes a pesar de hacer esfuerzos no supieron aprovecharlas por varias razones. Como la administración del Virreinato del Perú funcionaba en castellano, y el número de fuentes en quechua es muy limitado, los historiadores no han aprendido quechua. De las  decenas de lenguas andinas habladas por los Inqap Runan solamente dos tienen descripciones coloniales relativamente largas y continúan siendo habladas: el quechua y el aymara. Otras han muerto, o están muriendo, dejando solamente una o dos decenas de palabras accidentalmente conservadas en alguna fuente o en el castellano local. Todo esto probablemente justifique la actitud de los historiadores hacia las lenguas andinas.

    Sin embargo, durante los últimos cincuenta años, el desarrollo de las investigaciones lingüísticas, antropológicas, etnohistóricas e históricas han echado por tierra tal justificación en la medida en que se descubren nuevas fuentes, nuevos modos de leer los documentos -también los escritos en castellano- y nuevos modos de aprovechar datos lingüísticos del quechua y del aymara. La necesidad de un Runa Simi Taqi del siglo XVI y XVII se ha hecho más urgente.

    Por esas razones, desde finales de 1980 he comenzado a construir una base de palabras quechuas encontradas en las fuentes tempranas. Obviamente, las fuentes primarias fueron las obras lexicográficas mencionadas. Durante treinta años de trabajo construí la base usando el programa FileMaker Pro. La elección del programa fue consecuencia de utilizar un ordenador (yupana en quechua) de la empresa Apple, recomendado a finales de 1980 por los consejeros en computación de la Universidad Hebrea de Jerusalén, quienes opinaban que los profesionales de humanidades debían usar ordenadores MacIntosh por ser fáciles de manejar.

    Durante los treinta años de trabajo tuve que añadir campos nuevos a mi base. La idea inicial consistió en crear un registro para cada palabra quechua, acompañado de todos los significados encontrados en una sola fuente. La idea es simple, pero fue necesario reconocer qué es una palabra en quechua en general y, en particular, en el quechua escrito en los siglos XVI y XVII. Las gramáticas modernas, producidas desde finales de los años 1960-s en el Perú, Bolivia, EEUU y otros países me ayudaron a definir “la palabra”, y a establecer supuestos fonemas del quechua colonial temprano.

    Por costumbre, los lingüistas europeos marcan cada palabra reconstruida con un asterico *, por ejemplo: *llamk’ani – trabajo, he trabajado. En nuestro caso, como todas las palabras del quechua colonial temprano son reconstrucciones, preferí no marcarlas. Para los objetivos de este Runa Simi Taqi he definido la palabra dentro de la base de datos como una secuencia de letras separada por espacios de otras secuencias de letras. Fuera del campo FUENTE, he escrito todas las palabras quechuas en ortografía fonémica reconstruida y no en la castellana colonial. De la misma manera, fuera del campo FUENTE he escrito todas las palabras castellanas de acuerdo a como aparecen en el Diccionario de la Real Academia Española.

    En el  caso del quechua, los lexicógrafos coloniales y yo compartimos el mismo problema: ¿Cómo distinguir un sufijo de una palabra independiente? Tanto ellos, como yo, tomamos decisiones arbitrarias.

    La idea de un registro para cada palabra encontrada en una fuente me obligó a resolver otro problema: ¿Cómo describir todos los casos cuando la palabra aparece en una frase o secuencia de frases? Así, tuve que crear un campo diferente para la misma palabra cuando ella aparece en una secuencia de palabras, y otro campo para anotar la traducción de la frase. Esta última, a su vez, impuso la necesidad de añadir un campo para traducir la frase cuando la traducción ofrecida por el lexicógrafo no explicaba el significado de la palabra en la secuencia.

    Consecuentemente, cada palabra que aparece en una frase recibió su registro aparte. Si una palabra aparece en varias frases el número de registros aumenta enormemente. Así, por ejemplo, la palabra kani - estoy, soy, recibió 564 registros, y la palabra achallqu - cabellos del choclo recibió solamente 2 registros por aparecer en dos fuentes diferentes. Pero la misma raíz ka- ser existir, ocupa 4079 registros en todas sus ocurrencias, y la raíz achallqu, solamente 3.

    UNA ADVERTENCIA IMPORTANTE: Para entender el significado de una raíz o de una palabra entera el lector tiene que leer todos los registros en los cuales aparece la raíz o la palabra: 564 en el caso de kani – soy, estoy, y 3 en el caso de achallqu – cabellos del choclo.

     Todos los lexicógrafos coloniales del siglo XVI y XVII eran peninsulares, cuya lengua materna era el castellano, quizás con excepción del Anónimo, si en verdad se trata de Blas Valera, un mestizo nacido y educado en el Perú. También en su caso la ortografía de las palabras andinas concordaba con los fonemas del castellano, que precisamente desde finales del siglo XV pasaba por un proceso de abandono de algunos fonemas a favor de otros. En muchos casos, la ortografía de las palabras andinas y castellanas admite varias interpretaciones posibles, obligándome a tomar algunas decisiones. Para evitar equívocos, he usado todos los vocabularios quechuas y aymaras que tuve a disposición y, en la medida de lo posible, vocabularios chipayas, kallawayas y urus, siempre con el objetivo de interpretar las ortografías originales.

    Los lexicógrafos eclesiásticos inventaron nombres en quechua para cosas nuevas, desconocidas en los Andes antes a la conquista, y para las ideas necesarias en su trabajo de misionarios. A veces asimilaron palabras españolas, a veces otorgaron significados nuevos a palabras quechuas, y a veces tradujeron literalmente expresiones y giros latinos y españoles, todo incluído en Runa Simi Taqi. No podemos saber cuales palabras nuevas anotadas por los lexicógrafos fueron inventadas por los Inqap Runan.

    Fuera de los tres grandes lexicógrafos coloniales en Runa Simi Taqi hay también registros tomados de diversos diccionarios, todas las palabras andinas contenidas en “Ritos y Fabulas”  de Cristóbal de Molina, y todas de la obra de don Joan de Santa Cruz Pacha Cuti Yamqui Salca Maygua. Debo incluir muchas obras más, pero no creo que logre hacerlo.

    La base no está acabada, tiene errores y exige un trabajo permanente de añadir nuevas fuentes, es decir, nuevos registros, y corregir errores.