HISTORIA


    Cuando en 1963 comencé a estudiar Historia en la Universidad de Varsovia, para todos - profesores y estudiantes - era obvio que un investigador que trabaja sobre un tema debe conocer todas las lenguas necesarias para abordarlo, inclusive la lengua de la cultura de la época y del lugar.

    Mi Maestro, el profesor y medievalista Marian Małowist, aceptó dirigir mi investigación y me mandó leer en castellano y aprender quechua. Otros colegas aprendían otras lenguas de acuerdo a las necesidades de sus propias investigaciones. Una estudiosa de los musulmanes en la India británica estudió urdu, un colega especializado en Maruecos entre los siglos XVI y XVII, además de las lenguas europeas necesarias también aprendió el árabe literario y el árabe marroquí, el beréber y el turco. Por eso, la exigencia de que yo aprendiera quechua no fue algo sorprendente. Lo sorprendente fue la falta de libros: gramáticas, vocabularios, textos. Pero felizmente, la biblioteca universitaria contenía los mitos de Huarochiri, una edición madrileña de 1942 de Hipólito Galante, titulada: Francisci de Avila De priscorum Huaruchiriensium origine et institutis, traducida al latín.

    He comenzado a trabajar en una base de palabras quechuas ya en los años 1965 y 1968 en fichas de papel, cuando me di cuenta de que los historiadores dedicados a la historia y cultura de los Inqas no disponíamos de ningún diccionario del quechua de los siglos XVI y XVII, con excepción de las obras de los lexicógrafos eclesiásticos. Desde 1988 comencé a construir una base de palabras quechuas encontradas en las fuentes tempranas. Durante treinta años de trabajo, el número de registros crecía. Las fuentes que he usado en su integridad produjeron los siguientes la siguiente cantidad de registros:

AÑO

AUTOR

Nº de Registros

1560

ST

9467

1575

CdM

921

1584

Concilio

462

1586

Anónimo

13360

1607

DGH

11267

1608

DGH

62849

1615

Sallqa Maywa

1492


    La tabla demuestra que de 100005 registros, un solo autor, DGH, en sus dos obras produjo 74116 registros. Esto no significa que textos de otros autores incluídos o por incluir valen menos. También contienen infoormaciones muy abundantes.

    Durante el trabajo tuve que decidir qué fuentes incluiría. Los tres diccionarios coloniales dieron fruto a muchas palabras y muchos registros. Sus autores también publicaron gramáticas (artes) de la lengua. Incluí entonces todas las palabras y frases de las tres gramáticas. A su vez, las gramáticas y diccionarios también contienen nombres propios: topónimos, antropónimos, teónimos y otros, que fueron incluidos en su totalidad. Además de las obras de los lexicógrafos, existen los libros de doctrina cristiana, los mitos de Huarochiri, crónicas como la de don Phelipe Guaman Poma de Ayala o la de Juan de Betanzos, y otras obras, todas con muchos nombres propios y con muchas palabras relevantes. El trabajo de incluir tales fuentes (CdM 1575, Salqa Maywa 1615) me demostró que necesitaría por lo menos otros 30 años para hacerlo y lo acabaría (con las fuentes que considero importantes) a los ciento diez o ciento vente años, ya que ahora tengo setenta y siete. El objetivo de tornar accesible el trabajo ya hecho hizo que decidiera aceptar la oferta del Centro de Estudios Andinos [CEA] de la Universidad de Varsovia, de crear una página en la red, mantenida por el propio CEA.

    Durante los más o menos 30 años de trabajo para construir el Runa Simi Taqi la actitud hacia la lengua ha cambiado. Los antropólogos han sido los primeros que aprendieron la lengua de las etnias cuya cultura investigan. Los historiadores y los arqueólogos siguen empedernidos en su resistencia, aunque el entendimiento de que la lengua es una fuente histórica se divulga cada vez más. También los quechua hablantes han comenzado a respetar su propia lengua como un bien cultural. Esto ha llevado a que tanto el CEA como yo tomásemos la decisión de que todos los interesados en los países andinos tengan acceso al Runa Simi Taqi.